
Fecha: Miércoles 9 de julio de
Hora: 17:00 – 20:00 pm
Lugar: N24 Galería (Isabel La Católica N24-274 y Francisco Galavis), Quito.
¿Cuándo empiezan y cuándo se terminan las obras? ¿Cómo se predispone una a crear? ¿Qué se hace después de una muestra que aparentemente compila una trayectoria? Aunque creo que no las hemos enunciado de esa forma, esas son algunas de las interrogantes que permean esta experiencia. No quiero decir exhibición, porque eso a veces implica que las cosas están terminadas y que hay una certeza radical que guía las decisiones tomadas para habitar este espacio. Considerando que el trabajo de Jenny Jaramillo está compuesto de latencias, sería un equívoco pensar que estamos delante de algo definitivo.
Esta experiencia está guiada por silencios y conversaciones circulares, que, en su lentitud y dudas, generan espacios de producción donde no parece posible seguir creando. En esos espacios, como dice Eduardo Carrera, parecería que los objetos transmutan, pues más que método, aquí hay mutación. En un sistema capitalista donde hasta la producción artística parece abrazada por la fiebre de la eficiencia y efectividad de los resultados, estas obras surgen entre lo incompleto y lo que parece fracasar, entre la insistencia de mantenerse siempre abiertas y mutantes.
En el trabajo de Jenny Jaramillo hay un regreso constante a materiales y referencias ya usadas. Aunque el inicio del proceso creativo se sienta inhóspito —desértico—, recoger los pasos desencadena un nuevo ciclo de creación. Aquí, la alfombra, que existió de otras maneras, en otros tiempos y en otras salas de exhibición, se convierte en fragmentos, los fragmentos se multiplican y se reorganizan. Sus usos se estiran y se resignifican. En su multiplicidad, como granos de arena, habitan las reminiscencias de otras obras, de otros trazos y otras perforaciones. El objeto alimenta el dibujo y a su vez alimenta al video. Pero el video se apropia del sonido de un performance de Chris Burden que, sin imágenes referenciales, deja solo una pista sobre su origen. Cortada, marcada y reensamblada, la alfombra se convierte en instalación y vuelve a ocupar el suelo. Los sentidos se propagan y el desierto, lejos de ser metáfora de la aridez que impide el crecimiento, crece.
Anamaría Garzón Mantilla
Curadora








